4.1. Introducción al ecosistema de las imágenes en un entorno digital
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Esto también significa que una imagen mal elegida pesará mucho más que novecientas noventa y nueve palabras bien trabajadas y organizadas. Una foto pixelada o una imagen gratuita pueden aniquilar una entrada en un blog o un fascinante informe en PDF. Estamos en la cultura de la velocidad, en la que decidimos en pocos segundos si merece la pena detenerse en un producto digital o, mejor, continuar examinando aquel listado interminable de «cosas que podrían ser interesantes».
El objetivo de este apartado es precisamente este: mostrar cómo saber incluir la imagen más relevante en todo momento para conseguir un impacto máximo, mejorar vuestras habilidades como creadores digitales y hacer llegar vuestro mensaje de la mejor manera posible.
Lo primero que haremos es averiguar qué mensaje queremos transmitir, a qué público va dirigido y de qué manera nuestras imágenes explicarán una historia, crearán una narrativa.
Hacer esto bien implica entender los diferentes formatos de imagen, cuáles son sus características y qué formato será el mejor dependiendo de lo que queremos explicar y a quien queremos llegar.
Una vez tengamos claros los aspectos técnicos, veremos de qué herramientas disponemos para producir imágenes: más allá de la obviedad de emplear una cámara digital, veremos otras alternativas, como programas que generan imágenes de manera automática o las imágenes con error o glitch.
Es necesario preparar las imágenes para que transmitan el mensaje de la mejor manera posible. Partiremos de Photoshop como herramienta más estándar, pero veremos también alternativas, especialmente las que son de código abierto, como Gimp.
De qué manera distribuimos nuestras imágenes es también una pregunta capital, teniendo a nuestro alcance varias redes sociales, genéricas o especializadas, y distintos repositorios. Internet está lleno de fotografías accesibles para nuestros proyectos, pero tenemos que considerar cuestiones de propiedad intelectual si no queremos pillarnos los dedos.
Una vez tenemos nuestras imágenes con el mejor desarrollo técnico y creativo posible, es la hora de construir una historia con ellas, y nos tendremos que fijar en su impacto estético, evidentemente, pero también en la manera en que transmiten emociones y cómo las utilizamos para construir nuestro mensaje que, finalmente, es el problema central.