La cabecera ha de ser reconocible y fácil de leer. El nombre de la publicación debe ser llamativo y atractivo, ya que será la seña de identidad de la publicación, aquello que se encuentren las personas cada vez que den con ella, lo que se expondrá en el quiosco. La tipografía debe ser legible y el color puede ser fijo o ir variando en cada edición. Es aconsejable comprobar el diseño de la cabecera en distintos tamaños, para asegurar que no vayan a surgir problemas posteriores con el uso del logo.
Hay que ser ordenado en las combinaciones de tipografías. No es aconsejable usar más de dos tipografías, ni es adecuado combinar textos completamente en mayúsculas con minúsculas, salvo que se tenga una intención.
Elegir los colores a conciencia. A veces, el uso de un solo color se convierte en un recurso muy efectivo para llamar la atención. El uso del color ha de ser intencionado y estético, y hay que evitar combinaciones de colores que no quedan bien juntos o que solo aporten ruido al diseño. En una buena portada, se debe tener siempre claro que «menos es más».
Bocetar y probar distintas maneras de combinar o distribuir elementos nos ayudará a encontrar soluciones efectivas.
Buscar siempre el contacto visual entre la imagen de portada y el lector. Si nuestra portada es figurativa, hay que intentar siempre que el personaje de la imagen nos mire. El mensaje llegará más directo y con más impacto.
Intentar repetir el modelo de portada sin que resulte monótona: todas las portadas han de tener un mismo estilo, pero las distintas ediciones tienen que diferenciarse entre sí.