2. Producción editorial digital: objetos, formatos y herramientas

2.2. Libros digitales

2.2.1. Concepto, definición y formatos

En este caso, como en la mayoría de las digitalizaciones de objetos culturales, será muy útil recuperar las características propias del objeto remediado, aquel que es origen del objeto digital, para ser capaces de determinar qué es un libro digital y qué es otra cosa.

Un documento digital textual, como es evidente, no es per se un libro digital. Un libro ha de tener una estructura y unas características propias que le dan entidad y, por lo tanto, cuando hablamos de libros digitales esperamos encontrar una gran parte de las características formales de los libros en papel.

Similituds entre el llibre en paper i el llibre digital
Figura 4. Similitudes entre el libro en papel y el libro digital

Su función principal es presentar texto e imágenes que sean visualizables en un formato correcto con un dispositivo de lectura digital. Para conseguir este hito, es importante que entendamos que un libro digital abandona el concepto de página para generar un corpus de contenidos adaptables, en los cuales la «página» pasa a ser un concepto relativo condicionado al tamaño de la pantalla. El texto y las imágenes cambiarán la forma y posición en la pantalla para adaptarse a las necesidades de un dispositivo, un software lector o las preferencias de visualización del usuario. Es lo que se conoce como reflow, y todos los libros digitales tienen que ser, por definición, reflowables.

Evidentemente, hay también características formales y conceptuales para determinar qué es un libro digital. Si hemos comentado que es la remediación del libro en papel, deberá retener algunas de las características de este. La característica principal es que un libro ha de tener una extensión predeterminada y tiene que explicar una historia o seguir un hilo narrativo, del tipo que sea, pero completo. Esto es especialmente claro cuando hablamos de narrativa (novela, cuento, fábula, etc.) y no tan evidente cuando hablamos de otros géneros literarios, como el ensayo. No obstante, si analizamos con algo más de atención la mayoría de los géneros literarios, nos daremos cuenta de que podemos concluir, sin mucho margen de error, que en la mayoría de los casos la historia que el libro explica, sea cual sea la tipología, es cerrada y completa.

Este hecho es especialmente importante en el gran momento de explosión que han vivido las apps (aplicaciones informáticas), fruto de la expansión de los dispositivos móviles y la aparición de herramientas que facilitan su proceso de creación. Cuando se crea una aplicación informática, que pese a estar basada en contenidos textuales o gráficos, a pesar de tener una historia predeterminada, tiene un alto grado de interactividad con el lector y, por lo tanto, da espacio a una experiencia más cercana al juego que a la experiencia lectora, difícilmente se podrá decir que se ha creado un libro digital. Aunque esta aplicación se llame Caperucita Roja y se base en el texto de este cuento clásico, si yo creo una experiencia digital en la que, a partir de un entorno reproductivo interactivo y dinámico, reproduzco la historia de un cuento o novela, lo que estoy haciendo es crear un nuevo objeto digital que se basa en el contenido de un libro. Estoy creando una aplicación informática, un videojuego o una historia interactiva, que tiene características diferentes.

Y esta diferencia conceptual se materializa también a la hora de crear digitalmente estos objetos. Mientras que un libro digital es una publicación principalmente textual, cuyo resultado es un archivo que tiene que ser leído con un software lector, en el caso de las aplicaciones informáticas estas se instalan en el sistema operativo que corresponda y funcionan de manera independiente.

En lo que respecta a los procesos de creación y las herramientas y competencias necesarias, mientras que podemos crear los libros digitales con software intermediario, o con lenguajes de marcado semántico y estilado de contenidos, para crear una aplicación móvil, aunque utilicemos software de ayuda, tendremos que aprender a programar.

Las vías de distribución también son distintas, y cada objeto tiene sus propios portales comerciales para distribuir contenidos, que normalmente no son compatibles entre ellos.

A diferencia de otras tipologías publicables, el lector no interviene en la resolución de la narrativa de un libro, no tiene ningún papel sobre la determinación de esta, incluso en iniciativas en las que el lector puede tomar alguna decisión eligiendo entre una resolución u otra; en realidad, lo que tenemos son diferentes historias cerradas y en paralelo.

Por un lado, encontramos el formato EPUB, que es el estándar libre para las publicaciones digitales impulsado por el IDPF (International Digital Publishing Forum, ahora fusionado con el W3C), que ha copado progresivamente el mercado de los libros digitales. Por otro lado, está el formato propiedad de la empresa Amazon, que actualmente se denomina KF8 y que nos permite vender el producto en la gran librería en línea de la misma empresa. Si analizamos el mercado actual, nos daremos cuenta de que la gran mayoría de los libros digitales que no se venden en Amazon son creados en formato EPUB.

Es cierto que hay más formatos en los que es posible publicar un libro digital, pero, o han quedado obsoletos, y sin compatibilidad con los lectores de libros electrónicos y el software lector actual, o son poco eficientes técnica y comercialmente por su poca implantación en el mercado.