3.1. Cómo leemos
No leemos letra por letra, como hacíamos cuando éramos pequeños y todavía estábamos aprendiendo a leer. Tras esa época inicial de aprendizaje, empezamos a leer palabra por palabra. Las palabras con las que nos hemos familiarizado se almacenan en nuestro cerebro, así que leer es básicamente reconocer siluetas de palabras. Nuestros ojos se mueven constantemente a izquierda y derecha en el proceso de lectura tan rápidamente que ni siquiera nos damos cuenta de ello. Estos movimientos oculares se llaman sacadas. Tras leer una línea de texto, nuestros ojos toman un breve respiro hasta que cambian el foco a la siguiente línea de texto. Si hacemos las líneas demasiado largas, los ojos se cansarán pronto. Dejando demasiado poco espacio entre las líneas, solo conseguiremos confundirnos al cambiar de línea.
La tipografía puede mejorar la legibilidad de un texto siguiendo los principios generales que han sido desarrollados desde la primera máquina de imprimir, allá por el siglo xv.
Un texto bien compuesto es más fácil de leer porque tiene todos estos factores en cuenta. Por esto, el tamaño del texto, la longitud de línea y el interlineado son tan importantes; con estos tres factores podemos moldear la experiencia de la lectura. Hay tipógrafos que hacen esto en libros y diseñadores gráficos que hacen lo mismo aplicándolo a revistas, páginas web y otros medios, pero los principios siempre son los mismos.
Conclusión
No es verdad que leamos letra por letra. Solamente hacemos esto cuando estamos aprendiendo a leer, en la infancia. Más adelante, nos acostumbramos a reconocer formas de letras y la lectura se realiza de forma más ágil, mediante movimientos oculares rápidos denominados sacadas.