8.2. Videoclip musical
En los años sesenta se iniciaron los programas musicales de televisión, en los que los músicos actuaban en el plató, ya fuera en directo o previamente grabado. Ya fuera por medio de películas o cortometrajes, Elvis Presley y los Beatles pusieron imágenes a sus canciones todavía fuertemente influenciados por la narrativa audiovisual, como Yellow Submarine (1968). Las imágenes extraídas de conciertos en directo añadieron dinamismo y espectacularidad a los vídeos sobre la música. Sin embargo, fue la introducción de mayor intencionalidad en el tratamiento de las imágenes y el control de la imagen que ofrecía el trabajo de plató lo que dio con el nacimiento del videoclip.
Las televisiones empezaron a utilizarlos en sus programas musicales hasta terminar imponiéndose como medio de transmitir la música por televisión. Fue en el año 1981, con el nacimiento del canal de televisión MTV, cuando el videoclip se institucionalizaría como formato televisivo y uno de los medios más importantes para la atracción de públicos jóvenes a la televisión. La gran herramienta de marketing en que se convirtieron llevó a invertir en ellos ingentes sumas de dinero; destacó en este sentido la figura de Michael Jackson, que utilizó para su promoción complejos y largos videoclips. Al ser piezas en general de escasa duración, el tratamiento estético llegó a ser intensivo, y la utilización de planos muy cortos se convirtió en una seña de identidad.
Fueron a menudo un campo de experimentación tecnológica muy importante en los casos en que se invertían grandes presupuestos, utilizando para ello la propia espectacularidad de las tecnologías de la imagen que iban surgiendo como base estética de los mismos. El uso de la propia tecnología usada con intencionalidad estética fue a menudo una seña de identidad de los videoclips, en los que sin embargo han intervenido grandes creativos con importantes aportaciones a la cultura visual. Los videoclips hicieron visibles aquello que dicen las letras de las canciones, o simplemente ponían imágenes que acompañaban el sentido de dichas letras. Se creaban a partir de las imágenes mundos oníricos que enlazaban las metáforas verbales y las visuales, tal como hace la imaginación cuando las imágenes no existían al lado de las letras.
Si bien es difícil identificar todo este género audiovisual como motion graphics, una selección de la historia de los videoclips, destacando aquellos que han puesto la intencionalidad gráfica por delante, es la siguiente:
- Robin Sloane (1984). You Might Think.
- Steve Barron (1985). Money for Nothing.
- Steve Barron (1985). Take On Me.
- Stephen R. Johnson (1986). Sledgehammer.
- David Fincher (1990). Vogue.
- Chris Cunningham (1999). All is Full of Love.
- Michael Gondry (1999). Let Forever Be.
- Michael Gondry (2002). Fell in Love with a Girl.
- Robert Halis (2007). Crazy.
All is Full of Love

A pesar de que en este vídeo, como en muchos otros, no hay propiamente elementos gráficos combinados con la imagen proveniente de cámara, es de destacar cómo el concepto gráfico de la imagen está plenamente interiorizado en él. Es un videoclip donde se utiliza constantemente la perspectiva como medio de aglutinar la imagen; sin embargo, hay diversos elementos imperceptibles a simple vista, especialmente los personajes, en los que se han utilizado formas sintéticas en tres dimensiones perfectamente integradas en el espacio construido con la cámara de vídeo. Estos elementos permiten, entre otras cosas, tener un mayor control de la imagen para utilizar las formas con mayor precisión en la construcción de la estética final.
Es una imagen en color que, sin embargo, se basa fundamentalmente en la utilización de los colores acromáticos (unas veces se refuerza la sutilidad de los grises intermedios, y otras los colores aparecen fuertemente contrastados), y aunque con matices ligeramente azulados, se ha creado una estética limitando el juego cromático prácticamente al contraste entre el blanco y el negro. En este juego de contrastes y sutilezas hay algunos aspectos formales utilizados a destacar.
En diversos momentos puntuales, la cámara se sitúa en paralelo a los personajes y a los artilugios, constituyéndose en esencia en una imagen construida sobre la base de simetría. Una simetría irregular para un mayor juego visual. Dicha simetría contrasta con la tridimensionalidad del espacio de la imagen utilizado. En el juego de claros y oscuros del conjunto destaca la utilización de masas de color, ya sea claro u oscuro, que contrastan con las líneas y pequeñas formas con las que las formas oscuras penetran en las zonas claras y las oscuras son penetradas por líneas claras.
Hay también elementos cromáticos, como chispas y destellos de luz violácea, que contrastan con el entorno acromático. Las formas mecánicas y frías son contrastadas con líquidos, así como los rasgos orgánicos de las caras, introduciendo de este modo formas orgánicas en este entorno tan artificial. Los movimientos suaves del conjunto tienen su contrapunto en las chispas que saltan y los líquidos que fluyen.
El sutil juego formal expuesto sirve para dar a una imagen plenamente tridimensional un carácter plenamente gráfico, llevando por este medio el juego formal gráfico a un espacio mimético. La sutileza formal alcanzada envuelve al conjunto en una fuerte sensibilidad.
Crazy

Estas manchas que simulan el test de Rorschach, en clara alegoría al contenido de la canción, es un interesante ejemplo para observar la frágil frontera que existe entre la abstracción y la imagen mimética, al mismo tiempo que ejemplifica de manera clara la relación expuesta entre forma y estructura.
Estas manchas tienen una planitud relativa, puesto que al no ser de color uniforme también adquieren una cierta profundidad; sin embargo, su bidimensionalidad se ve reforzada por la posición paralela a la superficie de la imagen. Estas manchas, siguiendo la utilización del susodicho test, no tienen más significado que el que la imaginación del observador quiera adjudicarles, aunque en determinados momentos adquieren un significado preciso. Son aquellos momentos en los que se reconoce a una figura humana, es decir, lo abstracto adquiere sentido justo cuando la forma adquiere una estructura que la sustenta en tres dimensiones.
Los esquemas mentales se ponen automáticamente en funcionamiento en el preciso instante en el que la mente es capaz de adjudicar un determinado significado a algo que, en apariencia, no lo tiene, y los esquemas mentales que provienen de nuestra observación del espacio físico otorgan un espacio tridimensional, de inmediato, a las formas contenidas en el interior de dicho esquema. Es exactamente lo que se hace cuando se adjudican determinados significados a las formas de las nubes que se ven en el cielo.