7. Los títulos de crédito

7.2. Saul Bass

Los títulos de crédito fueron los responsables de la introducción de la cultura gráfica en el interior de los medios audiovisuales, lo que a su vez les llevó a su consolidación definitiva. Dicha eclosión tuvo lugar a partir de los años cincuenta, fundamentalmente de la mano de Saul Bass, responsable de introducir el concepto gráfico a la imagen en movimiento. Recogió el prestigio alcanzado por el diseño gráfico con la escuela de la Bauhaus en Europa, y supo encontrar el medio de dotar el bagaje cultural que representó al movimiento de la imagen. En un principio utilizó una estética muy simple basada en el collage, de clara influencia de las vanguardias artísticas, donde los perfiles de las formas de colores planos, dentro del cine en blanco y negro, establecían relaciones con tipografía.

Saul Bass (1959). Anatomía de un asesinato.

En 1959 creó los títulos de crédito de El hombre del brazo de oro (Otto Preminger), que significaron un salto cualitativo fundamental y que, junto con otros títulos como Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959) y Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), marcarían un antes y un después en la concepción de estas piezas para las películas de las que formaban parte. Con Martin Scorsese tendría una fructífera etapa final, con la producción de destacados títulos de crédito como los de las películas La edad de la inocencia (1993) y Casino (1995).

Tuvo un notable éxito y una gran repercusión en la consolidación de los títulos de crédito como formato audiovisual. Otra notable consecuencia de su aportación fue la influencia que ejerció en la entonces naciente industria televisiva, que pronto empezó a reclamar las aportaciones más creativas del audiovisual, tanto para cubrir la imperiosa necesidad de crear los nuevos programas gráficos de las incipientes cadenas de televisión como para la creación de la publicidad que en ellas se empezaba a emitir.

Han pasado a formar parte de la cultura audiovisual y a ser reconocida su importancia. Son los momentos de la película en los que la relación entre imagen y música adquiere mayor intensidad, no porque esta no aparezca en otros momentos, sino por el hecho de estar desposeída de cualquier referente narrativo, por lo cual el significado mutuo de imagen y música queda asociado, pasando a ser completamente interdependientes. Aquí la música no se limita a acompañar a la imagen, sino que forma parte de la misma.

La mente necesita dar sentido a lo percibido y en modo alguno podrá ser de manera literal, puesto que no hay nada que decodificar. No hay código ni nada parecido donde agarrarse para obtener sentido. Lo único que tiene significado literal son los textos, aunque adquieren mayor sentido que el que poseen literalmente al tener lugar una clara distinción entre significante y significado, alcanzando la forma del texto un sentido más allá de la literalidad: al significado estrictamente semántico se le pueden unir otras interpretaciones.

La creación de estas imágenes necesitó de una, o varias, mentes que las concibieran –imágenes y música tienen orígenes claramente diferenciados–, que con sus ideas fueran capaces de construir conceptos organizados sobre la base de una retórica, una forma de exposición, visual. Una imagen construida con el pensamiento, expresión de que el referente de la imagen dejó de ser solo la realidad exterior y a ella se unía la imaginación, relación que alcanzaría un definitivo impulso con la llegada de la tecnología audiovisual digital.