Existe un hilo conductor que enlaza los inicios del cine con la tecnología del vídeo y llega hasta la tecnología digital. Todas estas tecnologías estuvieron, a su vez, surcadas por ejercicios de experimentación creativa de la mano de artistas que investigaron las posibilidades de los nuevos artilugios que iban surgiendo, toda vez que ponían de manifiesto cómo las tecnologías de la imagen abrían profundos horizontes alrededor de lo que era la imagen y del papel de esta en la interpretación de la realidad. Fue de esta compleja relación que se establece entre arte y tecnología que surgirían los motion graphics.
El encuentro inicial entre arte y tecnología sucedió con el invento de la perspectiva en el Renacimiento y se fue intensificando no solo a partir de reflexiones teóricas, sino también con la creación de instrumentos y máquinas, muchos de los cuales cayeron en el olvido al ser superados por otros más efectivos para determinados propósitos. Sobre las bases del primer instrumento científico al servicio de la imagen, la cámara oscura, se construiría siglos más tarde la máquina fotográfica, responsable de proporcionar tomas mecánicas de los objetos situados frente a ella. La cámara cinematográfica, siguiendo los mismos principios, introduciría el movimiento en la imagen, algo que la dotaría de gran fascinación popular.
El último episodio de este proceso fue la creación de la cámara virtual, como parte de los softwares del audiovisual digital –el de 3D y el de composición digital–, que la dotó de una libertad absoluta de manipulación. Representó la culminación del proceso de convergencia entre arte y tecnología al servicio de la imagen mimética, que se había acelerado desde la Revolución Industrial.
Con el cine la imagen dejó de estar asociada solo al espacio y pasó a formar parte también del tiempo, proporcionando inéditas relaciones espacio-temporales en la imagen. Dichas relaciones quedaron a menudo atenuadas bajo el envoltorio de la narratividad como modelo dominante impuesto por la industria cinematográfica, pero surgieron también propuestas que bucearon en sus posibilidades con la intención de explorar el alcance expresivo de esta nueva plataforma artística.
La larga tradición que relaciona la imagen mimética con la tecnología había servido para unos propósitos, aunque no obstante surgieron otras experiencias que abrieron nuevos caminos, como ocurrió con las vanguardias artísticas de inicios del siglo xx. Su irrupción supuso un importante salto cualitativo para entender que la imagen no solo se refería a la mirada y que el acto de la visión estaba relacionado con el pensamiento.
La imagen en movimiento abrió nuevas expectativas a la creatividad, apareciendo desde sus inicios la necesidad de investigar en los medios técnicos y tecnológicos para superar tanto la estructura monofocal del espacio como la linealidad temporal. Las limitaciones que suponían la concepción de los instrumentos al servicio de la industria que definía su desarrollo tecnológico eran una barrera para una nueva imagen que, al mismo tiempo, sugería la exploración de nuevos derroteros. Por ello se abrieron, al menos, cinco vías de posibles actuaciones en este sentido:
- La diferenciación entre el resultado de la grabación y la proyección de las mismas, con la ordenación de fragmentos del metraje a partir de ciertos criterios, lo que desembocaría de manera más significativa en el montaje.
- La intervención en el interior del mismo fotograma alterándolo por diversos medios.
- La utilización de formas abstractas como imagen.
- La búsqueda de proyecciones alternativas a la imagen única en la pantalla.
- La unión de dos o más imágenes en movimiento en un mismo espacio de la pantalla y de manera simultánea.
Todas estas alternativas eran compatibles entre ellas y abrían un completísimo panorama de trabajo para la experimentación, poniendo de manifiesto que la uniformidad espacio-temporal inicial contenía en potencia otras posibilidades. Dichas experimentaciones tuvieron repercusiones en la configuración futura de la tecnología, especialmente aquellas que estuvieron ligadas con los efectos visuales, al tener detrás un gran potencial económico que las empujaba.
El nuevo escenario dominado por la industria cinematográfica abrió una fuerte relación entre arte y tecnología, de manera que las innovaciones tecnológicas se sucedieron en un intenso proceso cuyo objetivo era la consecución de una imagen cada vez más naturalista, con la introducción del sonido y del color como hitos más destacados. A su vez, se crearon nuevos medios que popularizan cada vez más la imagen como medio de comunicación y cuyos resultados más llamativos fueron la televisión y el vídeo. Unas tecnologías que multiplicaban la presencia de la imagen en la sociedad y anunciaban a su vez una comunicación no solo más rica en imágenes, sino que también se abrían a la necesidad de trabajar con ellas para entender y construir la realidad.
Las cada vez más sofisticadas tecnologías eran, a su vez, interpretadas creativamente unas veces dentro del mismo cine y otras en ambientes artísticos experimentales. Tanto en un caso como en el otro se daba plena constancia de que existían otros enfoques posibles a la forma más o menos institucionalizada de entender la imagen. La potencialidad creativa a la que daban pie los nuevos artilugios de la imagen quedaba patente en estas experimentaciones, toda vez que daban buena muestra de cómo progresivamente la tecnología de la imagen iba modificando nuestra manera de relacionarnos con el mundo.